sábado, 14 de abril de 2012

Comentario i: Dejarse morir

En una revista Española, leemos la crónica de un caso curioso, ocurrido en Asturias. El protagonista es don Jesús Paradeda, un Jubilado de 81 años. El Caso es que el hombre se jubiló a los 65 años, de un cargo de cajero de Banco. Desde el día en que dejó de concurrir a la oficina, o a la Caja, inició un trabajo que le llevó nada menos que 16 años. Dicho trabajo, consistía en copiar a mano, con prolija letra de bancario, el texto completo de la novela "Don Quijote de la Mancha", de Cervantes. Acaba de terminar tan ímprobo como inútil trabajo, que donó a la Municipalidad de su pueblo, y los 23 cuadernos que llenó, son exhibidos hoy en una vitrina especial, como la curiosidad que realmente es. En el reportaje que le hicieron, confesó que cuando se jubiló, se sintió despavorido por las horas vacías y la soledad que le esperaban como jubilado, y que su experiencia le decía que quien dejaba de tener trabajo y responsabilidad cuando ya es viejo, se deja estar y empieza a acariciar una malsana predisposición a "dejarse morir". Entonces - decía a los periodistas ­ concibió un trabajo que conllevaba, una responsabilidad, un fin, una meta, una preocupación diaria, y de paso, esa enorme distracción de seguir paso a paso, las aventuras y desventuras del inmortal personaje creado por Cervantes. Empezó a copiar los dos tomos de la novela, se fijó horarios de trabajo y de descanso y se ciñó estrictamente a ellos, y en esa tarea, allá en el extremo inútil, encontró sin embargo el incentivo para seguir sosteniendo sus "ganas de vivir", que de algo le han valido, porque ha llegado a los 81 años, y se apresta a seguir su trabajo de copista manual, con la novela "Crimen y Castigo" de Dostoievsky. El periodista que hizo el reportaje al extraño anciano, nos ofrece al final sus inteligentes reflexiones sobre el caso. Confiesa este periodista que él, como nadie, nunca sabrá discernir ciertas zonas fronterizas entre la razón y la locura. Que este es un caso típico donde esas fronteras se borran y se confunden, porque por un lado, el emprendimiento de copiar a mano semejante libraco, es una locura, pero cuando una locura sirve para dar razón a una vida y aliento a una existencia, la cosa oscila entre una suprema y desesperada sabiduría y una descontrolada, monumental tontería. De todos modos, concluye, este hombre que temía "dejarse morir" y buscó combustible para sus "ganas de vivir" dió con la fórmula, cuyo valor quizás comprendamos nosotros cuando lleguemos a viejos, y nuestros patrones nos "manden a casa a descansar.
Mario Halley Mora- MHM

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