sábado, 14 de abril de 2012

Comentario i: El sosiego y la paz

El hombre se sintió mal y fue al medico. El médico le diagnosticó gastritis ¿Fumaba? Nó. ¿Bebia? No. ¿Era comilón de asados grasientos o de poderosas pastas? No. Ando con sopitas y pollo sin piel. El médico entonces pensó en los frecuentes casos de enfermedades gástricas producidas por la tensión nerviosa, le dió a su paciente unas pastillas antiácidas y le dijo que tratara de “mantenerse tranquilo" durante una semana, que no almorzara ni cenara si se sentía irritado o cansado, y en fin, que tratara de evitar todos los motivos de suIfuraciones y rabietas o fue imposible. No logró que apagaran la TV a la hora de la comida, ni logró que no le sirvieran la sopa demasiado caliente, ni impidió que alguien tocara el timbre de calle justo cuando se sentaba a la mesa, ni evitó que un señor cuya llamada esperó toda la mañana en la oficina le llamara en su casa ... justo a la hora del almuerzo, ni dejó de escuchar la eterna discusión entre la mucama y la sirvienta, ahora que la moderna arquitectura pone a la cocina cerca del comedor, y a veces dentro, y mucho menos pudo evitar que pasara justo cuando estaba comiendo, el vehículo chipero con parlante, y el otro que vendía billetes de lotería. Se dio cuenta de que no tenia poder sobre las adversas circunstancias que se traducían en la quemadura gástrica que sentía atormentarle, y volvió al médico. Y el médico le dio un poderoso tranquilizante: uno al levantarse, otro después de comer, y un tercero al acostarse. Naturalmente, le medicó también para la gastritis. Ahora ha logrado la necesaria tranquilidad, pero es ese tipo de tranquilidad envasada, dosificada en miligramos y consumible por horas, que hace que el pobre paciente se sienta como flotando en un dulce limbo de indiferencia, la mirada apagada, el paso tardo y la sonrisa medio idiota del que no comprende bien lo que pasa ni lo que se le dice, esas películas de cámara lenta que vemos en la TV cuando nos quieren mostrar que un gol fué en orsay. Pero, humorismo aparte, resulta casi trágico que siendo la tranquilidad de valor terapéutico, no se la puede "tomar" hoy en su estado natural, sino hay que comprarla por frascos y consumirla en pastillas, como si en este medio moderno donde vivimos, pagáramos el precio del progreso con la perdida de los bienes mas caros al espíritu, el sosiego y la paz.-
Mario Halley Mora - MHM

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