sábado, 6 de julio de 2013

Comentario i: Caminito que el tiempo ha borrado . .

“Caminito que el tiempo ha borrado, feliz recorría cantando mi amor"; la melancólica poesía de Juan de Dios Filiberto, salía del combinado, poniendo un espíritu de "romanticismo" en la reunión de amigos. Y a quien esto escribe, se le ocurrió de pronto que en toda historia personal existe el recuerdo de un "caminito", una senda, una calleja, un sendero, que tienen un significado especial para cada uno. Entonces sacamos nuestra libreta y empezamos a preguntar a cada uno de los amigos: ¿Tienes en tus recuerdos un "caminito" especial? No hizo mucha falta que hicieran memoria. Uno rememoró como su mejor recuerdo una senda del Parque Caballero que llamaban El Rosedal, cuando el Parque era un lugar apartado y tranquilo, no la feria de hoy. Dijo que aquella senda era el sitio en que los domingos por la mañana, él cadete de franco, ella "normalista", se encontraban en castas citas de amor. Un segundo, igualmente, recordó con nostalgia el mismo Parque Caballero, pero en la zona que llamaban "el cafetal" (donde realmente habían plantado café, dicen que por el mismísimo General Caballero). Era un lugar umbrío, y solitario, donde todavía se ve un león de hierro sobre un pedestal, y a su sombra, entonces, un banco. En ese "caminito" se encontraba él con su amada de juventud para leer poesías, un verdadero descubrimiento, porque aquel joven romántico que leía con su doncella a Dario y a Nervo, es hoy un poderoso y barrigón ejecutivo de seguros.  Un tercero, mencionó una gran manzana baldía donde está ahora la Iglesia de los Redentoristas, y fue antes cancha de Cerro Porteño. Por aquella desierta manzana cruzaba un sendero, nó precisamente "rodeado de trébol y juncos en flor" sino de yuyales, pero como la nostalgia idealiza todo, el hombre lo recuerda con cariño, porque por aquella época acompañaba por la tardecita a su novia que volvía del trabajo, y aprovechaba aquel atajo solitario para dar y recibir “los mas suaves besos que endulzaron mi vida”. Y por fin, no falto el campesino que mas que caminito, recordaba el “tape falso” como llaman los campesinos a los senderos marcados en el pasto, y por donde concurría a la escuela, acompañando a la niña que después seria su esposa, y cuya soledad, también aprovechaban los dos, para acometer la terrible audacia de tomarse las manos y caminar juntos.
Mario Halley Mora - MHM

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