lunes, 8 de julio de 2013

Comentario i: El jardín de hortalizas

Veni, veni, que te muestro", me dijo mi entusiasmado amigo, me tomó del brazo y me llevó al jardín. Bueno, a lo que fue jardín, porque aquel hermoso espacio donde crecían glicinias, florecían camelias, rosas, claveles, margaritas, sinesias, y basta donde habla un estanque bordeado de lirios y narcisos, aquel espacio fértil de 5 metros por diez, repito, dejó de ser jardín para convertirse en huerta. "Es increíble la cantidad de verduras y hortalizas que se puede cosechar en un espacio así" me dijo, y efectivamente, en pequeños "tablones" (como él llamaba a bloques de tierra, verdeaban airosas las lechugas, los repollos y coliflores prometían golosas sopas, los tomates tenían que ser sostenidos por soportes de tacuaritas por el peso de sus frutos, y había cebollas, locotes, nabos, zanahorias y hasta berros en la parte barrosa que antes había sido el estanque. Desde luego, el jardinero que antes cuidaba las flores y los canteros, había sido substituido por un ceñudo y silencioso viejito campesino, artista de la horticultura que trabajaba allí dos horas al día, y otras dos en el vecino, y otras dos en el otro vecino, pues el "hobby" se había propagado. Como mi amigo era un hombre de desahogados recursos económicos, se me ocurrió pensar que su entusiasmo por "tener una huerta" era más bien "deportivo", una novedad, algo lindo para contar y mostrar, y así, cuando le felicité por su linda huerta, y le dije “qué bueno, había encontrado un juguete nuevo”, me miró serio y me dijo “que nó, viejo. . . lo que me entusiasma es el valor práctico de la cosa, la cantidad de alimento que se puede producir en 50 metros cuadrados, o en 30 o en 20 a un costo bajísimo y con una utilidad que ni te imaginás, a juzgar por el entusiasmo de la vieja". Me llevó a la casa de los vecinos que también habían sacrificado la belleza de las flores por la utilidad de los coliflores, y estos me confirmaron la esencia eminentemente práctica del asunto. Además, las respectivas señoras no cesaban de mostrar que "en este pedacito se dan como cincuenta lechugas frescas que en el "súper" no consigo nunca por menos de 100 ó 120 guaraníes cada una". O sea, finalmente, que estamos ante una interesante corriente en que miles y miles de metros cuadrados de buena y fértil tierra, destinada a jardines, por la presión de circunstancias de fuerte incidencia económica, están en camino a convertirse en prolíficas huertas. Lo que no está mal, y si otros blasonan de tener un “ciudad –jardín”, nosotros podemos tener el orgullo de tener una “ciudad – huerta”.  
Mario Halley Mora - MHM

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