martes, 27 de septiembre de 2016

LA PALABRA Y LOS DIAS: EL HOMBRE Y SUS AMIGOS

Miembros de una entidad dedicada en nuestro país al vuelo sin motor, cosa por cierto para gente de temple bien probado, organizaron una curiosa competencia entre un caballo, una motocicleta, un automóvil y un avión. Naturalmente, este último debía carretear sobre la pista. El animal se asusto del ruido de los motores y no pudo participar.
Actualiza esto el tema del caballo, abordado alguna vez en el curso de nuestros comentarios. En el folclore y en la literatura del Paraguay campea constantemente el noble bruto. En los cuentos de aparecidos se mencionan caballos blancos o negros y jinetes cruzando al galope los desiertos, rumbo a las batallas del pasado. Son los guardianes de los tesoros ocultos, integrantes de otra veta del folclore nativo, tan rico en leyendas sombrías dignas de la pluma de un Allan Poe o Ambrose Bierce.
Por desventura, nuestro país parece tender al olvido de sus más bellas tradiciones, muchas de las cuales están entroncadas con el caballo. La Argentina, nación cosmopolita creada por el aluvión de las razas más dispares, conserva con casi religioso fervor la tradición del jinete de las pampas y practica el llamado juego del pato, del que participan dos equipos montados. Los mexicanos hacen deslumbrantes desfiles de charros para delicia y atracción de los turistas. Otro pueblo cosmopolita, el norteamericano, cultiva con amor entrañable las tradiciones de sus rodeos y domas, espectáculos llevados alas grandes ciudades. El cowboy y el caballo integran en la literatura norteamericana un enorme volumen hasta ahora no agotado. La leyenda del vaquero defensor de la justicia se parece mucho a las historias quijotescas del caballero andante de Europa, defensor de huérfanos y viudas, fiel a su palabra y leal adversario. De paso, los filmes del oeste tienen una irresistible atracción para niños y grandes. El caballo de Tom Mix, “Malacara”, hizo las delicias de la infancia de muchos. Llena, pues, el caballo, toda una literatura trasladada intensamente al filme.
Mientras nosotros abandonamos la tradición ecuestre de nuestro pueblo, y aún en el campo la motorización del transporte es el anhelo de todos, pueblos mucho más evolucionados se aferran a la afición caballista en forma rayana en cierta exageración, creando mitos en los que el animal y el hombre que lo jinetea son los ejes. El cowboy, por ejemplo, que el cine nos presenta como hombre típico norteamericano, no era exactamente así. El cowboy era por lo general un inmigrante europeo: alemán, polaco, frecuentemente español o simplemente indio. Nada de esto quita a los repetidos romances del oeste ese sabor cautivante para millones de personas. Muchos paraguayos vibran de emoción al presenciar las domas de potros o toros en la pantalla, pero ignoran la emoción auténtica ofrecida en las estancias de nuestro país por los intrépidos vaqueros paraguayos cuyo arrojo y temeridad son insuperables y dejarían bizcos a los productores de películas.
Mientras olvidamos nuestra tradición de pueblo caballista, en cambio, siguen siendo frecuentes los desfiles militares de caballería. El jinete, el caballo y la lanza, tres símbolos de un pasado heroico se presentan de pronto ante los ojos de la multitud. Hay como una visión remota de las cargas de caballería de los gigantes de nuestra historia. En la época del tanque, del vehículo blindado y del helicóptero sigue teniendo vigencia, de esta forma, la estampa ágil del caballito criollo, descendiente de aquellos primeros equinos traídos por los españoles, animales que causaban pavor a los indios al confundir a jinete y cabalgadura en una sola entidad mítica y terrible.
Así, Hernán Cortes no necesito sino unos pequeños cañones primitivos y un escuadrón de caballería para someter al imperio azteca. Pizarro, el mozo criador de cerdos en España, se apodero del vasto feudo Inca gracias a su implacable y cruel valor y al temor inspirado por sus jinetes. Por algo Germán Arciniegas menciona dos cosas cuya influencia permitió a los españoles la conquista de América. Dios y el caballo. Arciniegas agrega la dureza y temple de la estirpe ibérica, influida también por la ruda raza conquistadora de Tarik, el moro.
La ternura del hombre hacia sus animales favoritos es también notoria. Van Loon, hace arrancar la civilización humana del momento cuando el primer perro se aproximo a la hoguera del hombre y luego troto detrás de él. Perro y hombre son seres históricamente ligados en una simbiosis curiosa. Hay quien sostiene que la ciencia humana transformara al perro para hacerlo más apto, ¿Fantasías? Puede ser. Pero el mutuo afecto del hombre y el canido asume formas a veces extravagantes, como Ios cementerios de perros de Estados Unidos, los alimentos para perros, los hospitales para ellos, las herencias dejadas a los fieles amigos del hombre. Rin Tin Tin, un animal adorado por los niños de varias generaciones, tiene su tumba en Hollywood. Y un epitafio así más o menos: “Como perro, fue el mejor de los perros. Como actor, fue mejor que muchos hombres...” El caballo, factor en las luchas de la libertad americana, pudiera merecer también, alguna vez, un homenaje tan conmovedor.

Gerardo Halley Mora

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