martes, 27 de septiembre de 2016

LA PALABRA Y LOS DIAS: MEDICOS

La profesión médica estuvo siempre rodeada do prestigio. Y en nuestro país, en épocas pasadas todavía cercanas, el médico do la familia constituía una consular figura que gozaba del respeto y de la amistad del clan al que prodigaba sus cuidados.
Ese médico de la familia do estampa clásica era un caballero correctamente vestido, con reloj en el chaleco cruzado por una cadena de oro, bastón de puño do plata y un señorío sin igual. El abarcaba toda la ciencia médica posible, era clínico y era cirujano, pues no existía la especialización que hoy día hace mucho mas eficaz, mas compleja y algo menos consular la profesión de los discípulos de Hipócrates.
El médico de la familia operaba cuando había necesidad, asistía a los nacimientos y trataba las mas diversas enfermedades. De paso, era un consejero, se interesaba por los niños que eran como sus hijos en la ciencia, vivía los dramas grandes o menudos de la familia y daba sus buenas y severas observaciones que, desde luego, eran respetuosamente aceptadas.
Era algo así como un sacerdocio laico ejercido con dignidad y autoridad. Alguna vez se ha de trazar la semblanza de los antiguos médicos paraguayos. Constituye una galería de personajes llenos do humanidad y simpatía cálida y generosa.
En la sociedad moderna el médico sigue siendo un elemento que actúa en los primeros planos del drama y de la felicidad humanos. Una filosofía moderna incorporada a la ciencia, la posesión de maravillosas armas para luchar por la salud del prójimo y una cultivada sicología hacen hoy dia del médico un valor social positivo que sigue gozando de la confianza do la humanidad. Hasta cierto punto, la profesión ha cobrado agilidad y una mayor dispersión de la personalidad del médico al ocurrir la especialización, pero es indudable que los profesionales paraguayos han logrado conservar esa esencial tradición de simpatía, que en el pasado fue un hecho que rodeo al servicial doctor de la familia. Se dice que la ingratitud y la critica suelen perseguir a los hombres que se dedican a curar. Cristo, que fue también a su manera, médico, curo una vez a diez leprosos, como se consigna en el libro de San Lucas. De ellos solamente uno se volvió a agradecerle al Maestro. Grandes escritores se han complacido en formular las mas hirientes burlas sobre los médicos. Les ocurre a éstos lo que al periodismo le ha pasado también. Según el eminente escritor católico Hilaire Belloc, el periodismo es la profesión mas ruin y soez que pueda pedirse. Moliere, el gran dramaturgo francés recibió un día el consejo de su médico de que no bebiera mas café, porque era un veneno lento. A lo que el genial escritor replico “Muy lento, pues hace 80 afios que lo tomo...” Bernard Shaw fue todavía mas mordaz al decir que si todos los libros de medicina fuesen arrojados al mar seria una felicidad para la humanidad, pero una tremenda calamidad para los peces. Y el emperador Adriano hizo inscribir sobre su tumba esta leyenda insólita: “Morí a manos de una multitud de médicos”
Pero la cosa tiene su contraparte. También la sátira se ha referido al enfermo y su manera de actuar frente al médico al cual a veces ridiculiza. Cuando la persona se encuentra en peligro de perder la vida ve en el discípulo de Hipócrates que lo va a tratar, una especie de ser divino. Cuando el paciente se cura, el médico baja un peldaño en la clasificacion. Ya no es un dios, sino un ángel.
De acuerdo a la hiriente fabula, el médico llega a ser para el paciente un simple ser humano durante el periodo de la convalecencia. Y cuando el hombre ya esta curado y pasado un tiempo el médico le envía discretamente la cuenta de sus justos honorarios, entonces el doctor asume la figura de Satanás para aquel.
Se dirá a qué viene todo esto. Es simplemente para destacar en el tinglado de la vida a un personaje central, que es el médico. Luego iremos enfocando otras figuras y su papel en la existencia.
El hombre dedicado a curar es eso, el hombre con todas sus perfecciones y sus imperfecciones. Lucha, se esfuerza, triunfa y a veces no. Necesita comprensión. El médico tiene grabado en su mente el lema de Hipócrates, que dice así: “Si podéis curar, curad. Si no podéis curar, calmad. Si no podéis calmar, consolad...” que él, quizás melancólicamente, quizás irónicamente, analiza en sus momentos de reflexión.

Gerardo Halley Mora

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