sábado, 25 de agosto de 2012

Comentario í: El Pioner y su regreso a la tierra


Los buenos cuentos de ciencia ficción son el consuelo de los grandulones que tienen vergüenza de leer cuentos de hadas, dice una chusca sentencia, y hay algo de razón en calificar a la ciencia ficción como a cuentos de hadas para adultos. Pues bien, uno de ellos hemos leído. Tiene por protagonista al Pioner, la nave espacial que ya ha abandonado nuestro sistema planetario, y sigue viajando, después de pasar Plutón, y así lo hará hasta el fin de los tiempos, después de que la tierra haya desaparecido por vieja, o a causa de algún juguete atómico de su Humanidad "que nunca salió de la infancia". Pues bien, el cuento nos dice que dentro de 80 millones de años, el Pioner arribará a un sistema planetario y será atraído a la órbita de un planeta feliz, donde no se conoce la guerra, ni la enfermedad, donde todo es música y alegría de vivir. Cae en un lago el mensajero terrestre, es recogido, y descifrado su mensaje, la imagen de un hombre y una mujer, la ubicación de la Tierra en el espacio, y los saludos en sesenta idiomas. Pero aquella gente feliz no sabía que el artefacto llevaba otros pasajeros: virus humanos que sobrevivieron al largo viaje . . .  que hacen estragos en la indefensa población e inauguran épocas de dolor, de desesperación y de llanto. La moraleja: después de millones de años de desaparecida la Humanidad seguía haciendo daño. Pesimista, por cierto. Pero que no deja de tener su equivalente en nuestro propio planeta, que llegó a nuestro conocimiento cuando en viaje a China, nos quedamos tres días en Hawai, y nos sorprendió que los hawaíanos puros, ya casi no existen. Preguntamos la razón, y nos decía un inteligente agente de viajes: Hawai era un reino feliz y en las islas, habían como dos millones de habitantes, de vida sencilla y tranquila. Pero primero llegaron los ingleses, que trajeron la sífilis, después los españoles, con su carga de tifus, más tarde los chinos que introdujeron la lepra y por último los norteamericanos que aficionaron a la gente al alcohol y a las drogas. El contagio fue fácil y fulminante, porque las bellas hawaianas no andaban con remilgos para dar cálidas bienvenidas a los visitantes. Ahora sólo quedan, de aquellos dos millones de hawaianos, solamente 10.000, una parte ínfima de la población. Tal la historia de aquella isla paradisiaca, a la que el cuentista de ciencia ficción, ha encontrado un equivalente interplanetario.
Mario Halley Mora - MHM

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