sábado, 25 de agosto de 2012

Comentario i: La defunción de toda una época


Apoya tu cabecita en mi hombro y llora". Alguna vez nos empalagamos con la letra de esa canción que como todas, pasó de moda. Sin embargo, quedó la frase de nuestro encabezamiento como pintura fiel de una costumbre vieja como la Humanidad, por la cual la debilidad femenina cuando se veía agredida por las circunstancias de la vida o del amor, podía encontrar un robusto, o por lo menos huesudo hombro masculino, para reclinar la cabeza en tácita actitud de entrega, y adobar el dulce instante con algunas cristalinas gotas de lágrimas que resbalaban sobre las tersas mejillas como diría el poeta. Aquella pintura, o aquella doble imagen de una grácil dama reclinando la sedosa testa en el vigoroso hombro masculino, representaba mejor que cualquier otra escena, aquello de la milenaria división entre "sexo fuerte" y "sexo débil" que hacía que el hombre y la mujer aparecieron fijados para siempre en sus liricos escalones de valoración. Sin embargo, es posible que las cosas hayan cambiado, y mucho. Algunos dicen que la mujer se ha "masculinizado". Nosotros no queremos ir tan lejos, y nos inclinamos a admitir que ha renunciado voluntariamente a algo, a lo más lirico, de su feminidad. Por lo demás, el hombre también ha perdido bastante de su espíritu "romántico" y lo pensara dos veces antes de prestar su hombro a una dama, ocupado como está en llevar, o sobrellevar el peso de sus propias angustias. Ya parece pues, cosa de otro tiempo, o de otro mundo, el gesto femenino de apoyar la cabecita en el hombro viril y llorar, salvo en el teleteatro, que trata de hacer sobrevivir el "romanticismo" de otros tiempos y no logra sino una caricatura de él.De todos modos si todavía existe un caballero de viejo cuño, que dice a la dama en aflicción "apoya tu cabecita en mi hombro y llora", posiblemente se encuentre con que ésta le contesta: "salí, pajaron, que yo me basto sola con mis problemas” Lo que vendría a ser el certificado de defunción de toda una época, de una costumbre milenaria que la igualdad de derechos civiles y políticos ha condenado al desván de las cosas en desuso, no sabemos si para bien o para mal, a pesar de que para nuestro gusto personal, las cosas no debieran cambiar tanto, y que todavía fuera posible en este mundo prestarle el hombro protector a una dama, y que sus cálidas lagrimas nos mojen la camisa, como en el tiempo mas inocente y mucho menos igualitario de vuestros felices abuelos.
Mario Halley Mora - MHM

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