sábado, 25 de agosto de 2012

Comentario i: Los fines de semana de antes


Los aficionados al cine han perdido en grado superlativo el interés por concurrir a las salas, dada la pobreza de  los programas, o que aparecen con mayor frecuencia mancillados por pornochanchadas. Son muchos también los aficionados al fútbol que ya no van, quizas amargados porque apenas surgen buenos jugadores, o por lo menos, promesas de buenos jugadores y ya se los llevan, quitando interés al espectáculo. El remedio, esto es, para utilizar el derecho al ocio, es quedarse a ver televisión, que gusta a muchos, pero no atrae también a muchos. Entonces, el grave problema que se presenta es qué hacer los fines de semana, y para solucionarlo, a lo mejor habria que volver los ojos al pasado. ¿Qué hacian nuestros padres cuando no había TV, cuando el cine era un lujo, y el fútbol no era tan extendido? Los días sábados y domingos, solía verse algunos almacencitos folclóricos que tenían en el patio el juego del "sapo", que consistía simplemente en acertar la boca abierta de un sapo de bronce con un disco. Por las calles adyacentes de nuestro barrio, también solíamos ver a los vecinos aficionados a las riñas de gallos, que llevaban bajo el brazo, sus respectivos gladiadores emplumados, rumbo a Lambaré, donde la Policia era tolerante o cómplice, con el deporte en cuestión. La Juventud organizaba paseos al arroyo Ferreira, pero ya no se puede, porque está hecho una cloaca, pero entonces era limpio y daba la oportunidad de caminar un par de kilómetros más y arribar al "Mandarinal" sobre la boscosa avenida General Santos . . .  que tampoco ya existe. También existian las "calesitas" y aunque hoy parezca raro, en ellas había más gente adulta que niños, por la diversidad de juegos de azar, y por la calidad de los conjuntos musicales que animaban las vueltas del artefacto donde daban solemnemente las parejas de "pokyrás" con sus respectivos "tajhachis" de franco. También un alivio al aburrimiento aldeano era la presencia casi constante de los circos, que se instalaban generalmente en un inmenso predio que es hoy el Ministerio de Salud Pública. Los circos eran entonces, verdaderos acontecimientos sociales donde se reunía (en los palcos) "lo mejor de nuestra Sociedad”. Finalmente, en algunas casas de familia privilegiadas donde tenían "Victrola" se bailaba los sábados por la tarde, cuando los maduros papás y mamás decidian dar un aventurado "paseo" tomaban el Tranvía 2, que salía del Belvedere, llegaba al puerto, y volvían al Belvedere. Y punto.
Mario Halley Mora - MHM

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