miércoles, 22 de mayo de 2013

Comentario i: Insultos y sus derivaciones

Entre nosotros los paraguayos, los insultos tienen un funcionamiento extraño, y la primera nota curiosa que anotamos, es la de que la ofensa es más grave e imperdonable, si la recibimos en guaraní. Un paraguayo bien nacido hasta pasará por alto que le llamen zonzo, o torpe, pero si se le dice su equivalente en guaraní, “byro”, el cantar ya será otro, y el ofendido no parará hasta recibir una cumplida reparación del insulto, por las buenas o por las malas. También resbalará la piel del nativo cuando se le dispara un hispánico “hijo de diablesa”, pero sucederá lo contrario si le dice en guaraní, o sea “añá membyré”, y mucho peor, si las referencias a la maternidad demoniaca incluye la del órgano por donde se produce el parto. Aparte de ese anatema que adjudica al hombre el ser progenie del infierno, en guaraní no existe, como en castellano, el insulto que califica la calidad, o la baja calidad, de la madre - mujer, como en el clásico insulto que le propinó Manrique a Camps, hijo de. . . . que también se repite en portugués, francés, italiano, o sea en las “lenguas romances”. Por el, lado opuesto, si algún ciudadano hispano parlante usa poncho, y alguien se lo pisa, éste pedirá disculpas y no pasará nada. Sin embargo para el nativo criollo, la cosa, el ser pisado en el poncho, significa un grave insulto, y generalmente no admitirá disculpas, ni siquiera la de haberlo pisado sin advertirlo. Esa misma ofensa, sube de tono si el pisotón es en el pie, y es peor aún, si el ofendido va descalzo y el ofensor con zapatos.  En otro orden de cosas, el andar por los paisajes rurales, convivir con la gente y rechazar un convite de caña, generalmente del mismo vaso o jarro en que toma el invitante, presupone una grave falta de urbanidad, porque el invitante no considera ni por un momento que uno trata de defender su hígado, sino que tiene asco de compartir el mismo jarro, de modo que al negarse uno al trago, preguntara aquel con aire ceñudo  re yeguaru pico che e jhegui”, y a partir de allí puede pasa cualquier cosa.  Costumbre muy machista, es insultar poniendo en duda la virilidad de ofendido. Al parecer, los guaranies no conocían la homosexualidad, y el insulto no iba hasta allí, de modo que el colmo de la falta de hombría es el conformismo sumiso y el ser calificado con el denigrante, irreparable y humillante apelativo de “Guaymi mena” (esposo de vieja), mas grave aun, cuando el ofendido es joven, a pesar de lo cual, no es capaz de conseguir compañera mas lozana
Mario Halley Mora -MHM

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