lunes, 14 de noviembre de 2011

Comentario i: Con el clavo y la sangre en el ojo.

Como hoy es el día de una Historia anodina, vamos a referir un hecho reciente que protagonizó un vecino nuestro, hace pocos días. Resulta que el hombre era acreedor de un personaje que le debía 180 mil guaraníes. El deudor se presentó un día proponiendo traerle un aparato de TV en color, y que la deuda quedara saldada. Nuestro vecino aceptó y el otro le trajo el televisor. Lo que no le dijo era que había retirado el aparato de una casa comercial pagando sólo la primera cuota ... y que no tenía la más mínima intención de pagar las restantes. La casa comercial estafada de esa manera, rastreó el destino del aparato llegando a descubrir su paradero en casa de nuestro vecino. Y ocurrió que un buen día, llegó a la casa de nuestro vecino un oficial de justicia acompañado de un Policía, con el mandamiento judicial para secuestrar el televisor. Nuestro vecino protestó. Como suele ocurrir, el embargo cayó de golpe, sin que le hubieran notificado de juicio alguno. Además, de hecho, él había pagado 180 mil guaraníes por el aparato. Pero el oficial de justicia tenía el mandamiento de secuestro, y la fuerza pública para apoyarlo. Entonces, nuestro irritado vecino leyó atentamente el mandato judicial y dijo: "Muy bien, aquí dice que yo debo entregar el televisor, pero no dice en qué estado debo entregarlo" y fue al patio a proveerse de un hacha. El alarmado oficial de justicia le preguntó qué se proponía hacer, y mi vecino le contestó que entregaría el aparato como a él se le antojara, porque el mandamiento no especificaba nada al respecto. Como su clara intención era arremeter a hachazos contra el televisor, intervino el oficial de Policía y dijo al oficial de Justicia que informara, del hecho al Juez, y el oficial de justicia estuvo de acuerdo, dando así a nuestro vecino tiempo para consultar con un abogado, que resultó amigo del Juez, y a quien el abogado le convenció de que nuestro vecino era un "comprador de buena fé" y no le podían despojar de lo legítimamente adquirido, y que en, todo caso, la casa comercial debía perseguir criminalmente al estafador. Correcto o no en el aspecto jurídico, al argumento valió para esta vez. Nuestro vecino salvó su televisor, y el televisor se salvó de convertirse en leña. Claro que para que el final no sea del todo feliz, quedó la casa comercial con el clavo . . y la sangre en el ojo.
Mario Halley Mora - MHM

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