viernes, 11 de noviembre de 2011

Comentario i: La amistad


Perder un amigo siempre es doloroso, y triste. Porque uno se acostumbra a pensar que la amistad es algo tan bien consolidado, que durará toda la vida, que no habrá contingencias negativas que la destruyan, ni choques y fricciones que la deterioren. Entonces, uno es feliz de contar con un amigo, y aunque, esté actuando en un plano distinto, acompañara al  amigo en su carrera, en su empresa, en su ascenso hacia la meta que él se ha fijado. Es posible que en el curso de las cosas, se vea al amigo tomar rumbos, sustentar opiniones, sostener conductas con las cuales no se comparte, pero aun eso, cuando hay verdadera amistad, no la amengua, sino la enriquece, porque incluye también el, necesario respeto a las ideas ajenas, y en el clímax del sentimiento amistoso se llega a aquello de "no estoy de acuerdo con lo que dices, pero daría la vida por defender tu derecho a decirlo". Sin embargo, hay amistades que tambalean, empalidecen, se borran ante la colisión más pequeña de maneras de pensar, y son esas actitudes repentinamente hostiles, las que nos llenan de desconcierto, pena y sorpresa. A la cordialidad de antes, sucede un silencio hosco, repetimos, desconcertante. Uno se pone a pensar qué podía haber hecho para provocar ese rompimiento repentino, hace un examen de conciencia, y no encuentra nada que sea lo suficientemente fuerte como para destruir una amistad verdadera y firme. Entonces, se llega necesariamente a la conclusión de que quien se decía amigo, nunca lo fue en el real sentido del término, porque ante el primer desencuentro, no procedió como proceden los verdaderos amigos: defender la amistad, pedir explicaciones, incluso, reprochar alguna inconducta que a uno le haya pasado por alto. Después de eso, vendrían las explicaciones, las aclaraciones, ese mano a mano verbal mediante el cual la amistad se puede mostrar a veces más generosa que el amor, más magnánima que la fraternidad, más superior que cualquier otro sentimiento humano. De ahí lo dicho, tanto como perder un amigo, duele igual comprobar que en rigor de verdad, ese amigo nunca fue amigo, pero en cualquiera de los casos, esa delicada trama, como de Ñandutí, en que los hilos se compensan y sostienen armoniosamente, esa delicada trama de la amistad, se ha desordenado, se ha desbaratado, y esa obra de arte del espíritu que es la amistad, desaparece, termina, se desdibuja.-
Mario Halley Mora - MHM

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