lunes, 14 de noviembre de 2011

Comentario i: Ruben


Este es un caso (susceptible de enmarcar en nuestra historia semanal) que nos ocurrió a nosotros mismos, hace aproximadamente 10 años, cuando llegó a nuestra casa una joven mujer, trayendo de la mano a un niño como de 9 años, su hermanito, de nombre Rubén. Dijo la joven que ambos eran huérfanos, que ella era "aconcubinada" y su "compañero" no podía ver al chico, por lo que venía a ofrecérnoslo como "criado" solamente a cambio de alimentos y escuela. Preguntamos en qué grado iba, y nos sorprendimos que a pesar de sus nueve años, no conocía siquiera el primer grado. Compadecidos, lo acogimos en casa. El primer día se portó como todo un caballerito, pero al día siguiente, empezó a hacer cosas extrañas. Sin razón alguna, le retorció la oreja al perro de la casa, y recibió una seria mordedura. Después, se multiplicaron sus inconductas, como dar fuego al colchón de su cama, romper deliberadamente un florero de cristal, desarmar a tirones un receptor de radio y dejar en un confuso montón sus componentes, y una vez, casi muere fulminado al introducir un alambre en el enchufe del tomacorriente. Con el correr del tiempo, fueron incontables los daños que hizo, y que trató de hacerse a si mismo, como beber deliberadamente casi un frasco lleno de liquido para encendedores. Alarmados, fuimos a buscar a la hermana en la dirección que nos dejara, y nadie le conocía allí. Sencillamente, nos había hecho un timo con el chico. Preocupados, llegamos a la conclusión de que el pobre chico era un caso para un sicólogo, o un siquiatra, por la manía que tenia de destruir y destruirse, y allá fuimos con él. Simpatizó con el profesional que dicho sea de paso, al enterarse del misterioso origen del chico, no cobró nada por el tratamiento. El niño parecía sentirse a gusto, tranquilizado, cuando conversaba con el sicólogo, y este creia que estaba haciendo progresos, tanto, que Rubén esperaba ansioso el momento de ir a verlo, y no necesitaba que le acompañaran. Un día fue. Poco después el médico nos llamó. Se habla ausentado un rato dejando solo a Rubén. Le destrozó la oficina, rompió papeles, tiró al suelo la máquina de escribir e hizo un desastre con libros y carpetas. Nunca volvió a casa, y nuestras averiguaciones sobre su paradero no dieron resultado. y hace poco, mirando el diario, lo reconocimos en una fotografía, ya un joven robusto. La foto era de una pandilla de robacoches detenida por la policía. Pobre Rubén, quizás la más patética prueba de que "el hombre es hijo de sus circunstancias", y para él, todas las circunstancias se dieron en contra.-
Mario Halley Mora - MHM

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