lunes, 14 de noviembre de 2011

Comentario i: La criadita


Hoy, domingo, corresponde contar otra historia anodina, la cual no es original nuestra, sino la colaboración de un amigo que nos la contó, y como él relató, la transcribimos. Se trata de una chica campesina que vino para "criada" en una casa de familia, con la promesa de que sus servicios serían recompensados "mandándola" a la Escuela, y proveyéndola de sus necesidades inmediatas de alimento y ropa. Esta chica, tuvo suerte, porque la familia donde recaló, cumplió decentemente su compromiso con ella, cosa que no sucede siempre. La "mandaron" a la Escuela, y desde el primer momento, llamó la atención por su dedicación y su aplicación. No hubo grado en que no figurara en el "cuadro de honor", y seguía así su exitosa carrera escolar, al mismo tiempo que cumplía con sus obligaciones de "criada", pero con una categoría distinta, porque se ganó el cariño de toda la familia, y su status no era del todo esa cruda servidumbre en la que caen tantas chicas de su condición. En cierto modo, pasó a ser como alguien de la familia, por servicial, competente y responsable. Cuando terminó el ciclo escolar, no vacilaron en seguir ayudándola para inscribirse en el Colegio. En la familia había otras dos chicas, hijas de la misma, que pronto abandonaron sus estudios y se casaron, quedando ella como la única mujer en la casa, aparte de la madre de familia, claro está. Con el tiempo, ya era tratada como una hija. Terminó el bachillerato y dio el salto a la Universidad. Hoy, es una competente bioquímica que trabaja en un laboratorio muy conocido de Asunción, y está preparándose para abrir su propio laboratorio de análisis clínicos. El buen padre de la familia que la acogió desde niña, murió. Y en la casa solo quedan su madre postiza y ella. La madre es anciana ya, y es ella quien la cuida en sus achaques de vieja con ejemplar devoción. Las otras hijas, casadas y con hijos, poco tiempo disponen para ocuparse de la madre, pero allí está ella, Clara; ocupándose de la vieja señora, y hasta pagando de su bolsillo una enfermera cuando ella debe estar ausente y la enferma debe estar acompañada.  Esta es la "historia anodina" que nos contó nuestro amigo. Una historia a la que ni siquiera queremos agregar moralejas o moralinas, porque si ellas hacen falta surgirán de la historia misma, y hasta podrán consolidar alguna sabia sentencia sobre el resultado que puede dar la unión de la decencia por un lado, y la gratitud por otro.
Mario Halley Mora - MHM

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