viernes, 11 de noviembre de 2011

Comentario i: Gracias, Espíritu Santo


El Espíritu Santo, es la tercera persona de la Trinidad, y la iconografía o la imaginería, lo representan generalmente como una blanca paloma cuya diáfana albura parece simbolizar el significado mismo de la palabra espíritu, que es soplo, aura mágica e inefable, fuerza inmanente de poderes celestes, en el caso de nuestra fe cristiana. Esa condición mágica del Espíritu Santo, hace que el símbolo sea objeto de la devoción especial de muchos, y así solemos oír a austeros caballeros, maduras señoras y aun a jóvenes practicantes, que son devotos del Espíritu Santo. Lo que es hermoso y reconfortante, como hermoso y reconfortante es todo espectáculo en que la gente expresa su fe con sinceridad, con unción y con pureza de corazón. Esta fe que admiramos, es esencialmente la relación del hombre con los poderes místicos, su entrega a lo sobrenatural, su forma de practicar el compromiso de su conciencia y de alentar su esperanza en la salvación, y en la vida eterna. Al menos eso es lo que hemos aprendido de la simple observación, ya que nos asusta incursionar en los delicados vericuetos y en los sutiles paisajes intelectuales de la teología, de la que no sabemos nada. Sin embargo, lo que no podemos ignorar es que el acto de comunicación entre el hombre y el objeto de su devoción, es un acto íntimo, recogido, decoroso. Una cuestión, entre el hombre y el Cielo, absolutamente personal y privado. De ahí que nos sintamos desconcertados cuando de pronto, la respuesta positiva del Espíritu Santo a una oración o a una promesa, genera una fanfarria publicitaria en el mismo espacio en que alguien oferta en venta un auto viejo u ofrece recompensa por un perrito perdido. ¿Qué obscura ansia de notoriedad, tan poco piadosa, mueve a publicar esos espacios con el consabido "Gracias, Espíritu Santo". Quizás responda a una "promesa", pero mejor cumplida estaría la promesa si se donara el importe del aviso, por ejemplo, al Hogar Carlota Palmerola de niños huérfanos. Sin embargo, el devoto del Espíritu Santo que alcanzo sus favores por la oración, a lo mejor piensa que dando a publicidad el “poder” del Espíritu Santo, lo “promocionara” publicitariamente para que tenga mas devotos. Pero el Espíritu Santo no es un jugador de futbol ni la religión funciona así. Las vías de la “promoción” de la fe son infinitamente más misteriosas e inefables muy por encima de las tarifas publicitarias por centímetro cuadrado. Al menos, eso creemos.
Mario Halley Mora - MHM
  

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