domingo, 11 de diciembre de 2011

Comentario i: El árbol que se negó a morir


Esta columna podría titularse "El arbol que se negó a morir". Y comienza cuando en cierta oportunidad se nos ocurrió plantar en nuestra acera, un árbol de kiri. Creció exuberante y verde, y era una fiesta, porque sus grandes hojas como pantallas eran perennes, no caían nunca, y formando parte del follaje apretado, daban una sombra fresca y bienvenida en verano. Pero un día, decidimos cambiar las losas de la acera por esas baldosas que llaman "veredita". Así se hizo, y poco tiempo después, nuestra linda acera empezó a mostrar ondulaciones raras; levantamos dos o tres baldosas descubrimos una raiz de kiri que intentaba producir un nuevo arbolito. Decidimos cortar por lo sano, es decir, derribamos el kiri, y pedimos al proletario encargado que también desarraigara el tocón. Así lo hizo. Descansamos un mes, pero un dia, observamos un tierno brote de kiri, ya en el jardin de nuestra casa. Cavamos, investigamos, y allí estaba otra raíz tratando de reproducirse. Cortamos aquella raíz intrusa, incluso, según la recomendación de un vecino, la quemamos con una mezcla de sal y gasoil, y dimos por terminado el problema .... por poco tiempo, porque sucedió que la puerta del zaguán, ya dentro de la casa, de pronto empezaba a trabarse en el piso. Pensamos que el gozne se había vencido, pero no era así: las baldosas se habian levantado. Retiramos una de ellas y allí estaba, invencible, la raíz del kiri, a diez metros del difunto árbol padre, tratando de salir de nuevo a la superficie. Retiramos dos metros cuadrados de piso, cortamos y quemamos aquella raiz y esta vez si que pensamos que el problema estaba solucionado. Vana ilusión, porque una semana después, una sospechosa humedad empezaba a surgir en el piso de nuestro escritorio, bien al fondo de la casa. Un experto nos dijo que aquello se debía a una rotura del caño de la cloaca. Vuelta a levantar el piso, y allí estaba el caño, no roto, sino asombrosamente desplazado de su lugar ... por la raíz del kiri, que se había introducido en las junturas y buscaba la humedad del interior de la cloaca, y esto sucedía ya a veinte metros kiri padre, cuya raiz, por lo visto, se habia abierto paso debajo de cimientos y piedras. Arreglamos aquella cañería, pero no estamos tranquilos, con la convicción de que el árbol que no quiere morir está realizando su terco trabajo subterráneo, y no descartamos ya que en algún momento, veamos surgir un triunfante retoño de kiri .... por el agujero del inodoro.
Mario Halley Mora - MHM

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