domingo, 11 de diciembre de 2011

Comentario i: Mis hijos se averguenzan de mi


Este episodio, nos contó un amigo con ánimo de colaborar en una de nuestras "historias anodinas" de los domingos, pero como no es anodina, sino en cierto modo penosa, la incluimos hoy, tal como nos la contaron. Se trata de lo que le pasa a un humilde ciudadano sesentón ya, que antes era chofer de ómnibus, pero abandonó el oficio por razones de edad. Entonces, se compró una tijera de podar y empezó a ofrecer sus servicios de jardinero de casa en casa, formándose una nutrida clientela fija de gente que lo apreciaba por la delicadeza que ponía en cuidar el pasto, podar como Dios manda y remover sabiamente la tierra para el mejor aspecto de los rosales, canteros y crotos. Practicando ese humilde oficio, y sobre todo por su método de segar el pasto con tijeras, trabajando horas agachado, ya está sufriendo una deformación de la columna y anda con grandes dolores en la cadera, pero sigue firme en su oficio. De ganar, ha ganado lo suficiente como para edificar una casita y educar a sus dos hijos varones, que han pasado el bachillerato, lograron ingresar en la Facultad de Derecho, y trabajan en un estudio de abogados y escribanos. y llegamos al nudo de nuestra historia, cuando nuestro amigo, el que nos contó la historia, encontró al viejo y ya contrahecho jardinero que le suele hacer trabajitos en su casa sentado en la cocina ... y llorando. Compasivo, le preguntó la razón de su dolor, y el hombre le contó sus pesares, que en síntesis, puede resumirse en una sola frase: "sus hijos se averguenzan de él". Es decir, la casi repetida historia de los hijos que mediante el sacrificio del padre humilde y de cortos alcances intelectuales, estudian, aprenden, leen, llegan a niveles culturales altos ... y terminan .despreciando al padre, y avergonzándose ante sus amistades de tener semejante progenitor proletario y humilde. El hombre, ya venía notando con dolor este fenómeno que se producía en su hogar, y la cosa culminó el día anterior, cuando portando el bolsón con sus pobres herramientas llegaba a casa para la cena y oía que uno de sus hijos le decía a la madre "Mamá, ouma la tai rasy" (mamá,. ya tenemos aquí' el "dolor de muelas") dando a entender con esta gráfica expresión que el padre que llegaba, era la molestia, el desagrado, la cifra negativa en la casa. De ahí su llanto. De ahi su triste situación, y de ahi la razón por la que no podemos contar esta historia, como anodina, porque en sí misma, resulta una tragedia
Mario Halley Mora- MHM

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