domingo, 11 de diciembre de 2011

Comentario i: Los chapa blanca


Una buena amiga, que suele acompañarnos generosamente con la lectura de nuestros intrascendentes comentarioises, nos llamó hace unos días, para preguntamos qué trascendencia tenían, desde el punto de vista periodístico, aquellas anécdotas – biografías que solemos contar bajo el rótulo de "historias anodinas" en nuestras entregas de los domingos. Nuestra respuesta es: ninguna trascendencia. Pero seguimos dando nuestro punto de vista: no sólo trascendente interesa, y si vamos al caso, lo intrascendente también forma parte de la historia, o por lo menos, hace como el colchón de aire que produce la flotabilidad de la historia sobre el océano de la Humanidad. Cuando nosotros narramos la ordinaria historia, sin aristas, sin sensacionalismos, sin nada para alimentar malsanas curiosidades, o simplemente, curiosidades, de la gente, como la del zapatero que gusta de leer buenos libros o del ex - chofer corto de vista que cambia de profesión, no estamos sino tratando de descubrir el espíritu de nuestro tiempo, que posiblemente no esté tan gráficamente expuesto en los sesudos estudios sociales, como en la saga personal de la gente común. En ese sentido, resulta raro que cuando la gente de edad recuerda el pasado, su memoria es más clara cuando se refieren a detalles intrascendentes, pero que, por marcar el espíritu de una época, han quedado insertados en la memoria. Como un ejemplo, leyendo el libro de memorias del General Amancio Pampliega, nos volvemos a enterar, mediante un pasaje de ese libro, que antiguamente, los taxis no se llamaban taxis, sino "chapa blancas", porque justamente sus chapas eran así, blancas. A partir de allí, resurge la naturaleza de los hechos cotidianos del pasado, que tenían otra denominación, se vivenciaban bajo otra cultura, respondían a otro lenguaje y a otro ritmo existencial, porque entonces, allá por 1930, "tomar una chapa blanca" no era lo mismo que "tomar un taxi" hoy. Era otro gesto, un gesto social, del que participaba el mismo chofer, que no era un obrero anónimo, sino un viejo conocido con nombre y apellido, y hasta con la calidez de un "mareante". La mención de la "chapa blanca" en el libro del  General Pampliega es también algo anodino. Sin embargo, cuantas nostalgias despertará!. Que viejos mundos juveniles e inocentes revivirán en muchas mentes ancianas, ante el toque de la simple denominación de un servicio que formo parte del espíritu de la cálida, gran aldea que fue Asunción.
Mario Halley Mora - MHM

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