domingo, 25 de septiembre de 2011

Comentario i: Dejar de fumar


Comentario i: Dejar de fumar
Esta es una historia anodina de la cual soy el protagonista  . . . . . soy yo mismo. En realidad si bien se mira, es un drama, aunque, los otros lo ven como una comedia. Pero el argumento es sencillo: estoy intentando dejar de fumar. De dos paquetes de rubios importados al día, bajar a  cero, eso dijo el médico, y agrego poco caritativamente “de modo que si no bajas a cero, bajas al hoyo”. Tal la alternativa. Lo pensé durante un día. El solo pensar que dejaría de fumar mis dorados cigarrillos, de aspirar gustosamente el perfumado de mis amados rubios, de pasar por ese supremo placer de encender un deleitoso cigarrillo después del café de desayuno, o del postre, me echaba el alma por el suelo. Pero como la alternativa era cero cigarrillos o hoyo, no hubo caso. El día 24 de diciembre (Nochebuena!) le dije tristemente adiós a mi último paquete de Lark triple filtro etc., regale mi encendedor, y me dispuse a la batalla más angustiante de mi vida. ¿Y para qué negarlo? El vicioso que se priva de su vicio pasa por una verdadera agonía, se come las uñas, masca hojitas de naranja, mastica chiclets, mordisquea escarbadientes, no sabe qué hacer con las manos que antes airosamente sostenían el cigarrillo. Los días pasan, pero las ganas de fumar no pasan, se acentúan. Uno empieza a pensar en algunas variantes: ¿Y si fumo cigarros? ¿o me compro una pipa? ¿o masco naco? Dicen que hace menos daño. Además , está el demonio insidioso de la claudicación, diciéndole a la víctima al oído: “ y dale . . . .encende un cigarrillo, nada mas que UNO . . . que te va hacer . . .que diferencia hace?” Pero como uno ya dejo tres veces de fumar y las tres claudico, sabe perfectamente que este UNO que se enciende después de haber jurado no volver a fumar, es el principio de la caída y de fracaso, porque la cosa es una cadena: “si UNO no me va hacer daño, porque me va hacer DOS? etc. etc. Pero todavía nos aguantamos por Navidad, Año Nuevo y Reyes como caminando en una cuerda floja debajo de la cual no hay puñales amenazantes ni agudas lanzas, sino deliciosos cigarrillos encendidos, ofertando una profunda, deleitosa chupada al que cae. En fin, esta es la historia anodina de hoy, que me va a convertir posiblemente en uno de esos insoportables amigos “que no fuma” y se pasan la vida amargándole el placer a los que fuman, con apocalípticas amenazas de canceres y abolladuras irremediables de corazón.
Mario Halley Mora - MHM

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