domingo, 25 de septiembre de 2011

Comentario i: El Señor Etcétera


Comentario i: El Señor Etcétera
Me dijo un amigo: "Mi más grande aspiración es ser el señor Etcétera". Lo miré sin comprender, y mostrándome un diario, me dijo: "Mirá, aquí en esta crónica dice que estuvieron presentes, Fernandez, Sombrerini, Cornucheli, Trompeteli, Martínez, González, etc. ¿ves? Bien, pues yo no quiero ser ninguno de los nombrados, conocidos, reconocidos y anoticiados, quiero ser el etc. o sea, el señor Etcétera, anodino, desconocido, anónimo, descolorido, desvaído, el que no merece ya ser tenido en cuenta en la noticia, la cara en sombras del tipo del coro de atrás, el que está fuera de foco en la foto y no importa, el que no vino a la fiesta y nadie se da cuenta, el que todos saludan por compromiso y se van a buscar otros amigos, el que está sentado en su mesa y el mozo pasa de largo una y otra vez como si allí no estuviera nadie." Me extrañó un poco esta masoquista aspiración de mi amigo, brillante como académico y "estrella" en su profesión de convertirse en el señor Etcétera, o mejor, en don Nadie, y eso le dije, que me extrañaba que un tipo prestigioso, conocido, admirado por algunos, rechazados por otros, notorio y ubicuo como él, quisiera renunciar a tan envidiable posición, ya que yo tenía la idea un poco infantil de que nuestras aspiraciones más viscerales nos llevan a luchar por ser alguien, y escapar del estigma de ser nadie. "Justamente eso, el ser alguien es lo que me tiene podrido, con el perdón de la palabra. Además, dijiste la palabra "notorio". ¿Te das cuenta de lo que eso conlleva? Que el "notorio" está bajo la lupa, y la "notoria", ni qué decir. Pero volvamos a lo mío. Porque soy notorio todo el mundo se mete conmigo, opina sobre mí, cómo me visto, si soy chanta o nó, que soy avá, nó, que soy tímido, que esto, lo de más allá, que lo otro. A veces me siento como esa pelota que rueda entre la gente y todo el mundo se divierte dándole su respectiva patadita. Yo dejo de ser yo, soy el objeto de la conversación, del diálogo, la discusión y la controversia. Cuando salgo a la calle, no gozo del agua refrescante de la mirada indiferente, no me protege el obscuro escudo del anonimato. Me reconocen, me señalan con el dedo, alguien dice algo a otro y el otro sonríe con sorna, otro se me acerca con un saludo adulón, y hasta oigo algún acido comentario susurrado a mi paso “ Que va  . . .es mucho menos de lo que él se cree” y cosas por el estilo. Tal la razón de mi profunda aspiración de ser el Señor Etcétera, perdido en el monto como una hormiguita en torno a la langosta caída, tratando lo mejor posible de empujar la parte de la pata que me corresponde. Y punto . . . ”Saqué en conclusión de que mi amigo esta enfermo de algo! Tal vez del coco.
Mario Halley Mora - MHM

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