domingo, 25 de septiembre de 2011

Comentario í: Proyecto Orbis


Comentario í: Proyecto Orbis
Vamos a hacer en '' esta columna " un encendido elogio, sin reservas y sin retaceos. Elogio a ese proyecto enriquecido por una misionalidad que cautiva y seduce, misionalidad de la ciencia puesta al servicio del bien, de la caridad y de la solidaridad, cosa bastante insólita en nuestro tiempo, en que la ciencia aparece como maldecida por, una función de crear armas, rayos laser y bombas neutrónicas. Nos estamos refiriendo al Proyecto Orbis, que estuvimos observando en su funcionamiento hace unos días. Calculamos entonces lo costoso que debe ser adquirir un avión de enormes dimensiones, montar en él todo un hospital de ojos, quirófano incluido, con circuitos cerrados de televisión, pagar el alto costo de sus desplazamientos por el mundo, dotarlo de los mejores médicos especialistas del mundo, de auxiliares especializados, de enfermeras, de técnicos, tripulación, etc., y prestar asistencia médica, finalmente, a la gente humilde, en forma absolutamente gratis, realizando tratamientos y operaciones que en la verdad comercial de la medicina, sólo pueden pagar los potentados. Reflexionando sobre la misión de ese avión de paz, en una época en que los aviones son heraldos del terror y de la destrucción, llegamos incluso a sumergimos en la verdad primordial de las cosas, y cuando leemos que en la crónica de la Creación, Dios dijo "hágase la luz", y el mundo empezó a ser, y cuando leemos que al nacer un niño se enuncia que "vió la luz" o que la madre "dió a luz", nos capacitamos para comprender mejor la maravillosa misionalidad de este poderoso avión que recorre el mundo recreando el milagro de la Creación y del Nacimiento, porque lleva, ese avión, la misión de dar luz, de devolverla a los ciegos y de abrirle anchas ventanas a la vida a los que viven en la sombría penumbra de los ojos enfermos. Algo maravilloso, inmensamente humanitario, capaz de convocar una sobrecogedora emoción, como por ejemplo, cuando entro al quirófano una niña invidente de seis años, afectada de cataratas, y pudimos ver por el circuito de televisión los delicados instrumentos quirúrgicos hurgando en la opacidad de aquellas pupilas infantiles y abriendo ventanas a la luz y a la vida. Y a nuestro lado, la madre, vistiendo un gastado abrigo, con el rostro aun joven envejecido por la lucha y el sufrimiento, mirando hipnotizada como aquel milagro venido del cielo en un rugiente pájaro de acero, estaba repitiendo en su hija el prodigio de la Creación y del Nacimiento. Sobrecogedor
Mario Halley Mora - MHM

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