domingo, 25 de septiembre de 2011

Comentario i: Reposo absoluto


Comentario i: Reposo absoluto
Aquel hombre, bastante ramaleado desde el punto de vista de su salud, el médico le dijo terminantemente: "Nada de nada. Ud., me va a tomar sus medicinas y me va a hacer reposo absoluto, durante ocho días". Por "reposo absoluto", el hombre entendió dejar de ir al trabajo, quedarse en la casa, acostado en su dormitorio, y gozar de la dulce paz del hogar. Pero del dicho al hecho hay mucho trecho. La tal "dulce paz del hogar" parece ser nada más que una lirica teoría. Porque como es lógico, después de pedir permiso en su trabajo, se quedó en cama. Pero ya a las 10 de la mañana, le hablan llamado por teléfono de la oficina como cuatro veces, uno para preguntar dónde estaba la llave del archivo, otro para requerir si no había quedado en el cajón de su escritorio el expediente del señor Mengano, el tercero preguntaba si no podía mandarle un ordenanza con media docena de formularios que firmar, y el cuarto provenía de un señor que tenía mucha prisa, fue a verlo  en la oficina, no lo encontró y le llamaba por teléfono a su casa porque no le era posible esperar ocho días para que le resolviera aquel asunto que . . .  etc. Por diversos motivos, cada uno de los ocho "días de reposo", el pobre hombre recibió en promedio, seis llamadas telefónicas, todas urgentes, irritantes, molestas, desconsideradas. Por lo demás, su hogar, según lo descubrió, no era precisamente apto para el reposo. La casa de al lado, se estaba remodelando, y la máquina que cortaba tablones y la máquina que mezclaba hormigón hacia un ruido infernal, sin contar los gritos y las pullas de los albañiles. Si eso fuera poco, cada mañana pasaban los camiones vendedores de gas con el plin plin de su campana, y dos chiperos con su parlante, vendedores de achuras con sus gritos amplificados, y el tuerca de la esquina probando la aceleración del motor de su monstruo, con grandes rugidos. La casa misma, no era por cierto el templo del silencio, empezando por el perrito que ladraba desde el cerco a cuanto pasaba , la muchacha que pasaba la aspiradora en la sala vecina, la cháchara del atrasado mental que venía a cortar el pasto, la cocinera que  discutía a gritos con la verdulera, las palmadas que daban en el portón el vendedor de escobas, de pojhá ro´ysá, de banana, de manzana, de perchas, de loritos, además del coreano que  vendía "lopa balata" Y otros especímenes del mercadeo ambulante. La cuestión final, es que nuestro amigo no resistió ni cuatro días de “reposo” y volvió al trabajo, donde realmente reposó más.
Mario Halley Mora - MHM

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