domingo, 25 de septiembre de 2011

Comentario i: Experimento genético

Comentario i: Experimento genético
En una revista argentina recientemente aparecida, vimos la figura de una bella madre joven, teniendo en su regazo a un saludable bebé de aproximadamente un año, rubio y de ojos azules como la madre. Esta dama - la madre - se había prestado a un experimento genético. Soltera, cultísima, con alto grado de inteligencia, sana y joven, consintió en ser inseminada artificialmente con la simiente de un Premio Nobel. Las reglas del juego eran que ella jamás sabría quién era el padre de su hijo, ni éste jamás sabría quién era su padre, y el propósito, usar al chico, examinarlo toda su vida, para investigar si la inteligencia y el genio son hereditarios. Por de pronto, decía la revista en el artículo, el chico tenía un año, pero ya tenía el desarrollo mental de uno de tres, ya había caminado a los seis meses y al año de vida, se expresaba perfectamente. Este es un caso de manipulación genética que mucha gente de calidad, no solo moralistas, sino religiosos y también científicos, condenan enérgicamente. El hombre se está metiendo con las leyes de la Naturaleza, las viola y trata de dominarlas, dicen unos, Y apuntan que ello conducirá inevitablemente al desastre. La creación de la vida, por la unión de un hombre y una mujer, es el resultado del amor, dicen los religiosos, y todos, científicos, moralistas y religiosos, se duelen del destino de este niño, producido por el semen de un genio anónimo conservado en una probeta y engendrado por una madre cuyo sentido de la maternidad está tan corrompido, que sólo responde a la satisfacción de una curiosidad científica, y le hubiera dado lo mismo tener en seno a un niño - o a un conejo. Se duelen los críticos del futuro de este hermoso niño prefabricado. Predicen que a la larga se enterará de la verdad. Sabrá que como ser humano no es el fruto del amor de los padres, sino una especie de Frankestein salido de un laboratorio. "Su mundo emocional se hará pedazos" dice un sicólogo. Porque en principio, nuestra estabilidad síquica deviene de nuestra certidumbre de que tenemos raíces, de que lo da sentido a nuestra vida es haber sido llamados al mundo por las voces del amor, y que nuestro primer llanto es una invocación al amor de una madre y a la protección de un padre. Son las leyes de la Naturaleza, donde vemos hasta a los pájaros, unidos, ella madre, protegiendo la nidada, él afanoso, yendo y viniendo para proveer el alimento. Acción que tiene su correspondencia humana, y que no es accidental, sino resultado de una evolución síquica de millones de años.
Mario Halley Mora - MHM         

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