lunes, 17 de octubre de 2011

Comentario i: El viejo reloj despertador de mesa


Un amigo nos cuenta algo curioso, y a la vez poético. Hace ya veinte años que se casó, y en aquella ocasión, su madre le regaló un reloj despertador de mesa, de marca alemana, con el antiguo sistema de dos cuerdas, una para el reloj, otra para la campanilla. Era ya entonces, de modelo antiguo, algo así como un objeto familiar de valor sentimental Y durante veinte años, el reloj aquel funcionó perfectamente, con su bruñida y exacta campanilla montada sobre la caja redonda del reloj de gran esfera y primorosos números. Pero he aquí que en su último cumpleaños, sus hijos "hicieron una contribución" y regalaron a papá un nuevo reloj despertador, moderno, de aquellos a los que se les pone una pila eléctrica y funcionan más de un año. Además, en cuanto a diseño, el reloj era un chiche, elegante y vistoso. De modo que el nuevo reloj se instaló en el dormitorio y el antiguo fue a parar a una pieza del fondo de la casa. Pero nos cuenta nuestro amigo, que en la misma noche en que había estrenado el nuevo reloj, no podía conciliar el sueño; algo le molestaba, la almohada le parecía incómoda, la mente no se sosegaba como para dar paso al sueño. Encendió la luz y se puso a leer algo, porque la lectura le s o d a provocar sueño, pero ni aún así logró dormir. Volvió a apagar la luz y trató de dormir, pero en vano. Entonces se puso a reflexionar sobre la causa del extraño desasosiego que le impedía conciliar el sueño, y empezó a caer en la cuenta de que "faltaba algo". Pero qué? ¡Claro! se dijo, lo que pasa es que hay demasiado silencio, me falta el tic-tac del reloj. Ese sonido que por veinte años le acompañó, de repente estaba ausente, y como él dijo: "el silencio me aturdía" porque el nuevo reloj, era absolutamente silencioso. Hoy, el viejo despertador de la madre ha vuelto al dormitorio y el nuevo ocupa un decoroso lugar en el escritorio. Y eso es todo, aunque falta decir aquello gastado, pero siempre vigente de que las cosas inanimadas o minúsculas, con el paso del tiempo, adquieren espíritu y hasta parentesco con la casa y con las personas. Y para nuestro amigo, la ausencia del tic-tac amigo y fiel del viejo reloj fue como el exilio del espíritu de su casa y de su lecho, que volvió a ser acogedor, cuando repuso el reloj en su sitio, y sintió que su sueño se acunaba con el rítmico latido del viejo reloj, como un mágico eco del corazón de la madre ausente.-
Mario Halley Mora - MHM

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