lunes, 17 de octubre de 2011

Comentario i: Un ídolo caido


De repente, de una conversación intrascendente entre amigos, surge el hecho, que sugiere el tema, porque tal hecho tiene "jugo" como decimos los periodistas, o "substancia" como dirían los escritores. Precisamente, en rueda de amigos, nos enteramos de la "pequeña tragedia" de uno de ellos, que contó que, cuando era niño, se trenzó en una pelea con otro chico del barrio. El que nos contaba, llevó la mejor parte, pues aparte de "romperle la boca" a su rival, le dejó ambos ojos amoratados, y de yapa, la ropa a la miseria por la sangre que le manó de la nariz. El vencido, fue llorando a su casa, y poco después, regresó acompañado de su papá. Naturalmente, el "vencedor" puso pies en polvorosa y fue a refugiarse a su casa, pero hasta allÍ llegó el otro, y desafió al padre de nuestro amigo "a salir a la calle". Ya sea por coraje o por amor propio, el papá de nuestro amigo, es decir, el papá del vencedor, acudió al desafío, salió a la calle, y a su vez se trenzó a puñetazos con su vecino. Y las cosas se trocaron, porque el vapuleado, herido y derribado "fue mi papá" según nos contaba el amigo. Lo cierto es que siendo niño, él tuvo que asistir al penoso, traumático espectáculo, de ver a su papá, a quien, como todo niño él consideraba un invencible superhombre, totalmente vencido y humillado, "causándome una impresión de la que nunca me recuperé, y un sentimiento de frustración y resentimiento, como si el pobre viejo tuviera la culpa de haber caldo tan ignominiosamente de su pedestal de héroe", según nos decía. Y de todo esto, surgió en nosotros la reflexión sobre lo difícil, necesario y conveniente que resulta que el padre, precisamente por ser padre, se erija en "modelo" en el que debe mirarse el hijo, que sentirá que su mundo es equilibrado, normal, viable y lógico, mientras se sienta apoyado por un papá, "por el mejor papá del mundo" que nunca, en ningún terreno ha de conocer de derrotas y de humillaciones.En esta inteligencia, consideramos “traumático” lo que en su niñez paso a nuestro amigo, y él nos lo confirmó, porque a renglón seguido, confesaba con cierta tristeza que desde entonces su visión de las cosas cambio, y vivió la sensación de que vivía indefenso ante el mundo . . . porque la vida misma le había demostrado en esa temprana edad que su fortaleza no era inexpugnable, que su padre podía ser vencido, y que debía edificar un mundo propio, en torno a los pedazos de un ídolo caído.
Mario halley Mora - MHM

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