sábado, 1 de octubre de 2011

Comentario í: El voiturete

Como hoy es domingo, respondemos a la "tradición" de estas columnas, de dedicarse a una historia anodina. Pero antes de empezar, digamos que los temas macabros, siempre se prestan al desbocamiento de la fantasía, y algunas piezas literarias del género, del género macabro, se entiende, han respondido al genio inmortal de un Edgar AlIan Poe. En la realidad, también el tema macabro es sugerente y apasionante, como esta historia real que vamos a contar. En 1928 se realizaba el casamiento de una joven de ilustre apellido, dueña de gran parte de las acciones de una de las primeras firmas tabacaleras locales. El novio, que también era de recursos, hizo a su joven esposa el regalo de casamiento de un hermoso coche (Voiturette) marca Dodge. Poca ocasión tuvo la joven de usar el auto, porque sobrellevaba un embarazo difícil. Al final, le nació una nena, y ella murió en el parto. El dolorido esposo guardó el auto en el garaje, cerró éste con candados, allí lo abandonó, como si fuera también en una tumba. Dicen que juró que, ya que su esposa no había podido usarlo, nadie lo usaría jamás. No tardó también el esposo en morir, y la nena pasó a la custodia de los abuelos, que le administraron sus bienes. Por fin, ella se casó allá por el año 1948, comentó al marido lo del auto, y decidieron sacarIo. Abrieron el garaje, trajeron un mecánico que encontró el coche flamante, claro que ya sin acumuladores, cubiertas y componentes eléctricos que se habían resecado. El coche "fue llevado al taller donde fue reacondicionado, y pronto, el motor ronroneaba suavemente, como recién salido de fábrica. El mecánico avisó a la joven señora que el auto ya estaba listo, y ésta le rogó que lo trajera esa tarde. Así lo hizo el mecánico, que tenía su taller en los alrededores de la cancha de Sol de América. Esa tarde, el mecánico traía el auto, bajando por Antequera hacia Teniente Fariña ... y en ---­esa esquina, tuvo la mala suerte de ser embestido por el tranvía (Línea 2) que entonces circulaba por Tte. Fariña. El tranvía arrastró el coche, lo desbarató contra una columna, y quedó inservible. El mecánico sólo sufrió algunos rasguños. Y esta historia termina con el cumplimiento del juramento de aquel dolorido esposo, de que nadie usaría aquel coche, y así fue realmente. Por segunda vez, el auto fue a parar a una tumba, un depósito de chatarras.
Mario Halley Mora - MHM

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