lunes, 17 de octubre de 2011

Comentario i: Anselma


Se llamaba Anselma y fue nuestra amiguita de la adolescencia. Ya apenas salida de la infancia, ya lucia el esplendor de una hermosura muy femenina. Ojos azules, cabellos rubios, llena de alegría siempre dentro de una fresca inocencia. Le gustaba apasionadamente la poesía, y como hacían las chicas de antes, tenía un grueso cuaderno donde copiaba con prolija letra lo que más le gustaba. Demás esta decir que en nuestra condición de matungos adolescentes, desgarbados y enamoradizos, habíamos elevado a la sin par Anselma a los altares de nuestro amor eterno. Adorábamos en ella todo, su alegría, su disposición para lanzarse a bailar, su absoluta seguridad para “salir en las comedias”, su entusiasmo y su energía para compartir con los amigos una partida de vóley en el baldío, o montar como una grácil amazona nuestra “bicicleta de varón” y pedalear con los cabellos al viento. Se mudo del barrio, nosotros seguimos otro camino y como siempre ocurre, Anselma se convirtió en un bellos y tierno recuerdo, asociado a nuestros luminosos años de adolescencia. Al cabo de algunos años tuvimos que concurrir a la Colación de Grados de una ahijada nuestra que se recibía de Bachiller en un Colegio religioso de nuestra ciudad. Las chicas, en ese día de tanta alegría, se mostraban ruidosas e indisciplinadas, se hacía bromas, y entre ellas, como una chiquilla mas, una sonriente monja compartía pullas y risas, tanto, que una adusta madre superiora se acerco y le dijo en tono severo: “compórtese hermana!”. La monja, sin dejar de sonreír, le replico: “pero madre . . . .si la religión también es alegría!”. Nos fijamos en ella. Era Anselma, convertida en monja. Cometimos el pecado de pensar ¡Que desperdicio! Pero nos rectificamos enseguida y pedimos perdón a nuestra Santa Madre Iglesia, in mente. Nos vio y nos saludo sonriente, saludo que contestamos desconcertados, sin saber si llamarle  hermana, sor, Anselma o Chelita, como era su apodo. Pero el nombre es lo de menos. Lo importante es lo que dijo: La religión es alegría. Y lo importante es lo que hizo con su vida: ofrendar a Dios, y no perderla ni en la dura disciplina monástica, enseñándonos que aun en la renuncia de los placeres del mundo, la felicidad, también se manifiesta, y la risa fácil, luminosa, también tiene un valor de rezo, de plenitud de n alma privilegiada que sin tristezas ni sombras, exhibe su esplendorosa dicha de esposa de Cristo   .-
Mario Halley Mora - MHM

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